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sábado, 5 de febrero de 2011

De la vejez, la muerte y otras cosas

Una muerte rápida quiero. Sí, una muerte rápida. No quiero hallarme en aquel convaleciente estado tembloroso, alicaído, donde las fuerzas de las manos se escapan, se arruina el porte y el orgullo de un pasado esplendoroso, y el vigor se esfuma. Una muerte rápida quiero.

No poder caminar sin ayuda, ser el estorbo de la familia, la pelota que rebota de casa en casa ya que nadie la quiere. No. No quiero eso. Una muerte rápida deseo. Una muerte digna de mí. Una muerte para el recuerdo, ya que a cierta edad sólo nos queda eso: recuerdos.

Vivimos de ellos y para ellos, los narramos como cuales ficciones erupciones de la mente, pero cuando ya hablar no podemos, los recuerdos sirven para nada. Son un vil estropajo, un sucio afán, una maldita pérdida de tiempo.

Cuando la fama no nos alcanza en la madurez, esperar una muerte digna es mendigar milagros. Aquiles tenía razón, vale morir en una guerra que no ser recordado. ¿Por qué tuve que nacer en esta generación, donde ya nadie canta las proezas de los hombres?

Maldito mi infortunio, maldita mi sapiencia.

Envejecer es un pecado, envejecer de la manera en que veo a mis cercanos hacerlo, a mi familia. Eso no está bien. Eso no está bien. Eso no está bien.

El blanco estupor, la sórdida mentira de la fe, la incondicional fatiga. Alucinante muerte espera al nauseabundo, al esperanzado, al creyente en ídolos. Espero tener el coraje de jalar el gatillo cuando sea necesario. El suicidio no es cobardía, la muerte voluntaria es no dejarse vencer por la vida. Es afrontar el miedo que te inculcan los uteologos, aquella fantasía de otra vida. ¡El mundo es este y se acaba conmigo!

Todo se reduce al miedo, el miedo primogénito. El miedo a la muerte, y la vejez es síndrome de la decadencia humana, y paso último a la nada.

El hombre creó al dios y éste último al hombre, pero a la vez germinó en el mortal el miedo para que le temiese y adorase. Por eso debemos matar a dios, para superar nuestro miedo. El miedo nos frena, la incertidumbre nos atemoriza, la vejez nos calma. ¿Quién ha dicho que la inmoralidad está mal?

Mañana es un gran día. Dejaré de tener miedo.

Una muerte rápida, honrosa, gloriosa, como los antiguos héroes griegos. Algo digno de un humano. Algo que supere al tiempo, a las montañas y los imperios. Nada ostentoso, sólo lo que aspira todo hombre que se hace llamar como tal.

viernes, 4 de febrero de 2011

TRILOGIAS

Cada una por igual y separado me ha quitado más de alguna vez el aliento, aliento el cual como tal estupefaciente atónito se deleita con la magnificia de cada films. Y aún así, enamorado de la esencia misma de la realidad, me he dejado cautivar por la ensoñadora lujuria de cada fotograma.

Maldito mundo. Maldita realidad! habria muerto si fuese necesario para ser dichoso personaje de alguna de estas peliculas. Horas he acumuadopara estudiar con escrupuloso detalle junto amigos, qué tal cual como yo, son adictos a estas obras del septimo arte.

Nada más queda hacer la pregunta:

¿Cuál te gusta más a tí?