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lunes, 5 de enero de 2009

La maldita pregunta

Cacareando por los prados de Chivilingo Beach me atendió una pregunta, de esas que surgen una vez al mes, entre fantasías inconmensurables y tardes pajeras. Fue en ese lugar y tiempo, donde las gaviotas vuelas a ras de océano y las pulgas de mar exploran lejanos mundos ocultos entre botellas de Piri-Cola y latas de Báltica, en donde el sol te quema, la cara, cuello y espalda de forma depravada y maliciosa, en donde guatita bajo la sombra se me insinuó inocentemente una pregunta (tal vez sea por mecanismo de defensa del organismo para no perder la escasa cordura que me queda a causa de hambre y el alcohol, que en este último caso, el brebaje de la sabiduría fue escaso).
Sí señoras y señores, como les iba contando, aquella inocentona pregunta se me acercó entre vaporosas arenas abrasadoras de la playa blanquecinamente dorada y con sus ojos café palpitantes abrió delicadamente sus labios y de ellos no mas que salieron signos que en el aire cálido de verano me remitieron a un significado a través de un significante.
Y bella fue la pregunta, pero no estaba como para pensar en ella, en realidad no estoy como para pensar últimamente. Entornes traté de dejarla a un lado, ignorarla: tal como ignoro a personas que me mandan solicitud de amigo al Facebook; pero fue inútil (como el gobierno de la presidenta Bachelet): la ahora no agradable ni bella pregunta se convirtió en un estorbo.
Me coqueteaba de lejos, luego se sobajeaba de cerca, me tiraba acenita en la ropa, conchas de mar en la cara para que le diera mi atención, pero fui duro y no la pesqué; hasta que me surgió en la cabeza la frase del magnifico Cortázar “el hombre es un animal que se pregunta” y el remordimiento me calló de tumbes sobre mi marchitada conciencia como cual castigo divinamente bíblico.
Y fue como tratar de volver con la ex: la muy mojigata pregunta comenzó a acribillar mi mente (sistema de enlaces) con preguntas y preguntitas que sencillamente se veían desde lejos, pero con las tinieblas más densas de la metafísica tomista-aristotélica. Jaj ajjja y fue como un golde desquiciado de corriente, de esos que te dejan con miedo de volver a enchufar la tele. La maldita pregunta ahora era un regimiento entero de la CNI que ultrajaba y desgarraba de a poco pero violentamente mi forma de vida, cuestionándome incluso la necesidad de escribir esta pequeña historia para que ustedes, lectores agraciados por la misericordia de Chuck Norris puedan corregir sus faltas a futuro y enmendar el camino a las respuestas que hay dentro de nosotros y las que debemos buscar.

Como moraleja de este fragmento nos queda que las cosas pequeñas y sencillas que se ven a la distancia son difíciles y molestas de dar solución cuando las tenemos cerca y no supimos anticipar los conflictos que con ella traía.